jueves, 24 de septiembre de 2009

Aurelio Tello

México 24 de septiembre de 2009.

Querida Lucha:

Por una vez me atrevo a llamarla así, por su nombre, porque creo que eso me ayudará a expresar mejor la alegría de celebrar sus gloriosos 90 entre nosotros, mortales comunes y corrientes. No quitaré el “usted”, no por poner distancia entre nosotros, sino por conservar el aura de respeto y admiración que siempre sentí hacia una entrañable maestra y tan generoso ser humano.

Creo que entre las experiencias que marcan a fuego nuestras vidas está el de, en nuestros años de formación, cuando apenas asomábamos nuestras cabezas al mundo, haber sido cobijados por maestros cuyas enseñanzas fueron más allá de lo puramente técnico hasta convertirse en mentores de nuestros actos, en guías y luz de nuestra ética, en artesanos de delicadas manos que hicieron de sus pupilos personas honestas ante el arte y la vida misma.

Tengo el mejor recuerdo de las clases que recibí, el mejor recuerdo de cómo se mira una partitura, de cómo se encara una obra, de cómo se piensa la música y cómo se piensa en música. Eso cotidiano a su lado, y la claridad para decirme, muy bachianamente, lo que era pertinente en el momento pertinente, modeló mi vida de músico. Y no tendré nunca manera de decirle cómo se le agradezco.

Algo que me ha acompañado en estos largos 27 años fuera del Perú es el recuerdo de mis maestros y la gratitud hacia sus enseñanzas, hacia su amistad, hacia su generosidad para aceptarme como heredero de sus experiencias y sabiduría. Y no sé si ahora alcanzo, Lucha, siquiera a hacerle vislumbrar cuánto dejó en mí cada una de sus lecciones.

Lo que me apena, querida Lucha, es no poder estar físicamente el día de su homenaje en el Conservatorio para sumarme al homenaje de todos los que la queremos y darle el abrazo que resuma mis mejores recuerdos y sentimientos hacia usted. Gracias por todo: por vivir entre nosotros, por lo que labró en cada uno de sus discípulos, colegas y amigos, por esos escasos, pero luminosos 90 que debieran ser eternos. Gracias por ser, por existir y llenar parte de nuestras vidas.

Le mando un fortísimo abrazo, un cariñoso abrazo, un agradecido abrazo. Felices 90.


Desde México, Aurelio Tello